OSCAR ALTAMAR | Un Policía de bendiciones en la vida de otros

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Por: Emilio Gutiérrez Yance

Oscar Marcial Altamar Pérez, un hombre de 34 años, encontró en la Policía Nacional la oportunidad de salir de la difícil situación económica que atravesaba. Como patrullero, no solo vela por la seguridad vial en el departamento de Bolívar, sino que también se ha convertido en un ángel para los más necesitados en su área de influencia.

Oscar Marcial Altamar Pérez, un hombre de 34 años, se ha convertido en mucho más que un patrullero de la Policía Nacional. Su historia es un viaje que va desde la pobreza extrema hasta convertirse en una luz de esperanza para los más necesitados. La Policía no solo le dio estabilidad emocional y financiera, sino que también le abrió puertas para ser un agente de bendiciones en la vida de otros.

Su niñez fue una batalla diaria contra la adversidad. Oscar, el segundo de sus hermanos, proviene de una familia que vivía de la venta informal donde los recursos muy poco alcanzaban para subsanar los gastos pero con honestidad y perseverancia lograron salir adelante, hoy todos son profesionales en diferentes áreas.

Las dificultades económicas no impidieron que persiguiera su sueño de unirse a la Policía Nacional. Con esfuerzo y perseverancia, rebuscándose como mototaxista día y noche, logró reunir 3 millones de pesos para iniciar los trámites y cambiar el rumbo de su vida.

Recuerda con nostalgia los días en los que barría calles en el barrio Villa Rosita y hacía mandados a los vecinos para ganar unos pesitos. En ese humilde sector que sufría las inclemencias del invierno, la lluvia era su aliada, pues era una oportunidad para conseguir ingresos adicionales ayudando a sacar agua de las casas afectadas.

Pegado de un vecino que arreglaba zapatos, aprendió el oficio y con ello ganaba otras monedas. Su educación tanto en el colegio como en el SENA donde estudió varias carreras técnicas, fue un desafío constante, pero con sacrificio logró completar la primaria y el bachillerato, incluso caminando largas distancias hasta llegar a su humilde hogar.

El ingreso a la Institución policial no solo le dio estabilidad, sino que despertó en él un deseo de servir a los demás. Con 11 años en la Policía de Tránsito y Transportes, Oscar Marcial no solo vela por la seguridad vial en Bolívar, sino que también se ha convertido en un ejemplo de generosidad. Su fe inquebrantable lo lleva a compartir su sueldo con aquellos que, al igual que él, conocen en carne propia la necesidad.

«La Policía me abrió puertas de bendiciones», afirma con gratitud y una sonrisa de satisfacción. Su hijo, Paul Andrés, de tres años, es su motor para seguir adelante, y sus padres, a quienes honra con su ayuda, le enseñaron buenos principios y valores en medio de la pobreza.

Oscar no se conforma; sueña con avanzar en la Policía Nacional y crear comedores en los sectores más necesitados para alimentar a niños que apenas prueban un bocado de comida.

Sabe que Dios le ha guiado desde sus humildes comienzos y confía en que seguirá abriendo puertas de bendiciones. En medio de la pobreza que marcó su infancia, ha encontrado el propósito de ayudar a otros. Con cada detalle, ya sea una ancheta, ropa, zapatos, juguetes o comida, él ilumina los momentos difíciles de quienes lo necesitan.

Es un hombre con un corazón grande que se convierte en un faro de esperanza para aquellos que enfrentan vicisitudes. Su historia es un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más difíciles, la voluntad inquebrantable y la generosidad pueden abrir puertas a un futuro mejor.

La Policía no solo le dio un trabajo, le dio la oportunidad de cambiar vidas y ser la diferencia que el mundo necesita.