Recuerdos de Navidad

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  • Diciembre es el mes más esperado del año para muchos, pero algunos pocos desean que no llegara.
Por: Iván Meneses - Periodista de Investigación

Alegría, tristeza, nostalgia, esperanza y mucha fe, son los sentimientos que se fusionan en nuestro corazón al sentir las fuertes brisas que por estos días soplan, las cuales son nada más y nada menos que vientos de Navidad. Esos vientos que vienen acompañados con aroma a buñuelos, natillas, vinos, uvas, sancochos, pólvoras, rumbas y parrandas.

Diciembre también es aquel mes que reúne a las familias que están separadas por motivos laborales y de estudios. Aquellos que se encuentran lejos de sus padres, abuelos y amigos, regresan a su pueblo o ciudad natal para vivir las vacaciones decembrinas con sus seres queridos.

Estos tiempos de Navidad, brisas y fin de año, me recuerdan mi niñez, esa que viví al lado de mis padres, hermanos y amigos en aquella tierra olvidada por sus gobernantes, pero amada y anhelada por sus hijos, quienes con añoranza esperamos volver a ella para caminar por sus calles polvorientas, saludar con un apretón de mano, un abrazo rompe costillas a nuestros paisanos y amigos que se quedaron ahí, unos a sembrar el campo, otros navegando por las aguas dulces y profundas de su complejo cenagoso, pescando los peces más grandes y otros dedicados a arriar y ordeñar el ganado. Les hablo de mi Zapatosa del alma, ese pueblo chiquito y bonito ubicado al Sur del Cesar al margen derecha del río Magdalena.

Las casetas comunales de inmediato abren sus puertas a propios y forasteros. A estos últimos se les da un trato especial haciéndolos sentir como un amigo o un familiar, brindándoles el mejor plato típico de la región como lo es el pescado acompañado con yuca, arroz, sancocho de gallina criolla, agua de panela o limonada para refrescarse de las altas temperaturas.

Esto se debe a la hospitalidad, calor y calidad humana que nos caracteriza a los Zapatoseros.

En la época de mi infancia y adolescencia, recuerdo cuando iba a bailar a la única caseta conocida popularmente como “la caseta de Gloria Vega”, en ese establecimiento podía bailar como ya lo mencioné, tomar, comer empanadas, arepas y otros. Eran tiempos tan sanos que se podía amanecer con la familia, la novia y amigos, disfrutando las fiestas decembrinas.

Al llegar las 12:00 de la media noche del 31 de diciembre, todos corríamos a nuestras casas a abrazar, darle un beso y desearle un feliz año nuevo a nuestros papás y abuelitos. Camino a casa abrazábamos a todo aquel que nos encontráramos y le deseamos ¡feliz año nuevo!,y quemábamos el tradicional muñeco de año viejo.

 

Cabe mencionar que, en la noche del 24 todos corríamos a la iglesia católica acompañados por nuestros padres a rezar la novena de nochebuena. Una vez culminada la eucaristía y novena, nos sentábamos en la mesa a compartir la cena navideña en familia y amigos.

Con dolor y tristeza recuerdo esos momentos felices que el transcurrir del tiempo se llevó para nunca más regresarlos. Siento también tristeza al ver que nuestros sobrinos, hijos, nietos y la futuras generaciones no sabrán lo que es vivir una infancia y adolescencia sana, feliz y con buenas costumbres que hemos heredado de nuestros ancestros, esos que se han marchado a otro plano, dejándonos un vacío y dolor fuerte en el pecho.

Es aquí en donde la tristeza, la Soledad y nostalgia nos embargan al recordar a nuestros viejitos y demás seres queridos, cuyos recuerdos evocamos al escuchar canciones navideñas, al armar el arbolito y saber que ha llegado un diciembre, una Navidad y un nuevo año más sin ellos.
Como dice la canción vallenata que se ha convertido en icono en diciembre, vientos de Navidad de Los Diablitos:

“Recuerdo a mis viejos que a la tumba ya se fueron, quisiera devolver el tiempo para verlos otra vez. Navidad que triste se va el año viejo, donde están quisiera abrazarlos de nuevo”.